Lenguaje no sexista e igualitario

De Ayres
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Aproximaciones conceptuales

Los lenguajes, las maneras de expresarnos -en la escritura y la oralidad- no responden a formas naturales sino que se originan en lo social, lo cultural y por lo tanto deben su uso al contexto histórico en el que tienen lugar. De aquí la importancia de lenguajes no sexistas igualitarios, que puedan pensarse de manera situada. El lenguaje es siempre producido colectivamente y marca las subjetividades.
La lengua española otorgó al masculino cis la cualidad de representar la medida universal y generalizable de toda la humanidad.
 El prefijo “cis” proviene del latín y significa “en este lado de” o “de este lado”, mientras que el prefijo “trans” quiere decir “a través de” o “del otro lado”. El término cis fue originalmente utilizado por activismos LGBTI+ para poner en evidencia el carácter sociocultural de la identidad de género de todas las personas y visibilizar las desigualdades existentes entre personas cis y personas trans a nivel económico, político, social y cultural.
Por lo tanto, la lengua española configura un emisor que no sólo es varón, sino que supone -de forma implícita- determinadas características: se trata de un adulto (no muy joven, no muy viejo), blanco, cis, heterosexual, educado formalmente, que responde a una determinada corporalidad normalizada (es decir, un cuerpo que no es gordo, ni demasiado flaco, tampoco muy bajo, que tiene hombros anchos y caderas estrechas) y capacitista: que excluye a las personas con discapacidad. Como vemos, el supuesto lenguaje universal invisibiliza y deja por fuera mucho más que a las mujeres cis.


Una cartografía en (de)construcción

Las lenguas no permanecen inmutables a lo largo del tiempo: varían constantemente y es esa variación la que, por un lado, les permite seguir vitales y, por otro, habilita el cambio.
Pensemos en todas las palabras que hemos incorporado a nuestro vocabulario desde la llegada de Internet y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS): ¿quién hubiera entendido en el año 2000 el verbo “googlear” como sinónimo de buscar información? ¿Quién no lo entendería ahora? ¿Nos preguntamos alguna vez por qué nos resulta extraña la palabra “chiques” y no “googlear”?
Las lenguas varían por muchos motivos, entre ellos, porque se las puede utilizar para comunicar intenciones. En este sentido, es posible hacer un uso creativo del lenguaje y, de ese modo, mostrar posiciones políticas e ideológicas de un modo explícito.
En un principio, se comenzó por problematizar el uso universal del masculino mediante la incorporación del femenino y diferentes alternativas de uso. Esta deconstrucción del lenguaje muy pronto manifestó sus limitaciones: se trata de un enfoque que se inscribe en un modo binario según el cual sólo dos géneros pueden abarcar la totalidad de posibilidades. Por lo tanto, el problema aquí es la ausencia de otras identidades de género.
Por esto, se incorpora el signo “@” (arroba) como una propuesta para evitar el masculino universal. Entonces, se escribía en un mail “Estimad@s”, para incorporar estimados y estimadas. No obstante, esa estrategia que aún se utiliza, presenta dos problemas: por un lado, que solo se puede usar en el lenguaje escrito ya que no se puede pronunciar. Y por otro, si bien proponía un giro lingüístico, la resolución también terminaba siendo binaria, ya que incorporaba la “o” y la “a” con el “@”.
La aparición de la “x” resultó disruptiva, presenta la dificultad de no tener un correlato pronunciable para la oralidad, al igual que el asterisco (*), cuyo uso fue propuesto por el activismo intersex. Además, tanto el signo “@”, el “*” como la “x” generan dificultades para las personas con discapacidad visual, ya que los lectores de pantalla no tienen forma de decodificar ese artilugio discursivo.
El uso de la “e” para reemplazar la “a” femenina y la “o” masculina se presenta como una opción más viable en términos de accesibilidad de personas con discapacidad. Entonces, no sería ni “Estimad@s”, ni “Estimadxs”, si no “Estimades”.
Sin embargo, la estrategia de la “e” presenta dos tensiones: por un lado, en relación a quienes rechazan su uso, por ejemplo, al sostener que deforma el lenguaje o que es una moda, obturando de esta manera toda posibilidad de encuentro e intercambio. Por otro lado, se encuentran quienes piensan que el pronombre “todes” no incluye ni logra albergar a todas las identidades.


Lenguaje y salud, mucho mas que la “e”

La deconstrucción del lenguaje en el camino hacia una comunicación no sexista e inclusiva busca nombrar realidades diversas. En este sentido, evitar los binarismos es una manera de dar visibilidad a las existencias travestis, trans y no binarias que utilizan y que trabajan en el sistema de salud.
Es importante garantizar desde los equipos de salud el respeto a la identidad de género de las personas, que se enmarca en el trato digno enunciado por el artículo 12 de la Ley 26.743 de Identidad de Género. Por ello, es fundamental no asumir el género de ninguna persona y siempre respetar el nombre y los pronombres con los que se presente (ella, él, elle).
No existen recetas ni fórmulas mágicas que nos indiquen cómo poner en práctica un lenguaje y una comunicación no sexista e inclusiva en un ámbito institucional o en cualquier ámbito discursivo. Tener en cuenta el contexto en el que nos encontramos para implementar estrategias situadas puede facilitar este proceso de incorporación, entendiendo la dimensión política de la lengua y sus posibilidades, de maneras no expulsivas sino pedagógicas.

Sugerimos tener en cuenta:

  • Revisar los artículos, adjetivos y sustantivos referidos a personas: son los únicos que se modifican al usar lenguaje y comunicación no sexista e inclusiva.
  • Pensar estratégicamente a quién va dirigido un mensaje o material y quién lo enuncia a la hora de definir qué operaciones lingüísticas poner en juego.
  • Usar sustantivos colectivos: En lugar de hablar de “los pacientes” podemos referirnos a “la comunidad usuaria del sistema de salud”, en vez de decir “el director” podemos utilizar “la Dirección”.
  • Evitar los estereotipos de género en roles o profesiones: Al hacer alusión a quienes trabajan en salud, tengamos en cuenta que no todos los médicos son varones ni todas las enfermeras son mujeres. Asimismo, recomendamos también usar el femenino de las profesiones cuando corresponda: La presidenta, la ministra, la directora, la médica, la cirujana, etc.
  • Lenguaje indirecto (pronombres relativos, indefinidos y adjetivos indefinidos): Podemos utilizar pronombres indefinidos como “alguien”, “quien”, “quienes”, “cualquiera” y “cada” así como la palabra “persona”. Por ejemplo: en lugar de hablar de “mujer embarazada” podemos referirnos a “persona embarazada”; si hablamos de “los usuarios del sistema de salud” podemos decir “quienes utilizan el sistema de salud”.
  • Reordenar y/o reformular la frase: Ejemplo “Cuando el trabajador solicite la documentación” puede ser reemplazado por “cuando se solicite la documentación”, o “al solicitar la documentación”.
  • Centrar la construcción discursiva en las acciones o funcionalidades: Podemos reemplazar “el paciente debe completar el siguiente formulario” por “es necesario completar el siguiente formulario”.
  • Evitar estrategias binarias (la proliferación de “a/o”): Utilizadas en exceso, pueden dificultar o entorpecer la lectura. Como ejemplo, podemos hablar de “personal de enfermería” en lugar de “enfermeras”, “enfermeros” o “enfermeras/os”. En caso de ser viable, recomendamos priorizar el uso de la “e” si vamos a utilizar otras letras o símbolos en la producción de documentos ya que es más accesible para personas que usan lectores de pantallas.
  • También es importante tener en cuenta otras formas de designar las siguientes situaciones:
    • A partir de la Convención Interamericana de Protección Derechos de las Personas Mayores, evitar referirnos a las personas mayores como “abuelos, abuelas”, “viejos, viejas” o “jubilados, jubiladas”, “ancianos o ancianas”.
    • No hablar de menores o infancias. El término “niño” hace referencia al masculino universal, mientras que, la palabra “infancia” o “infancias” proviene del latín “infantía”: “que no tienen voz”; el término “menores”, que hace referencia a quienes se encuentran en situación de tener una figura tutora. Sugerimos utilizar “niñez” o “niñeces”. Por ejemplo: “Día de las niñeces” en lugar de “Día del niño”.
    • Con respecto a las personas con discapacidad, no llamarlas “discapacitadas” y/o “personas con capacidades diferentes o especiales”.
    • No llamar “víctimas” a las personas que se encuentran atravesando alguna situación de violencia por motivos de género para poder hacer referencia al carácter transitorio de la situación y reconocer el papel activo que la persona puede tener para transformarla. En este sentido, también, se desaconseja utilizar verbos tales como padecer o sufrir, entre otros, para hacer referencia a la situación vivenciada.
Es importante contemplar diversidades en íconos, ilustraciones y fotografías. También tener en cuenta los aspectos de composición: colores, escenografías, gestos, planos, etc.

Ejemplos prácticos

Registro en planillas:

  • De acuerdo con el ya referido artículo 12 de la Ley 26.743, en caso de registrar datos de una persona cuya identidad y/o expresión de género difieran de los datos que figuran en el DNI, dejaremos constancia del nombre elegido por la persona, seguido por la inicial del nombre tal como figura en el DNI, escrita entre paréntesis () y el apellido. Agregaremos también fecha de nacimiento y número de DNI. Si la persona debe ser nombrada en público, utilizaremos el nombre elegido y, en caso de no saberlo, podemos recurrir al apellido o el número de DNI:
 Por ejemplo, si en el DNI figuran como nombre y apellido de la persona “Pedro Gómez”, pero su nombre elegido es “Sandra”, deberemos registrar por escrito “Sandra (P) Gómez”. Fecha de nacimiento y DNI.
  • Documentos administrativos: En lugar de “El horario de ingreso de los trabajadores será el acordado con su director”, podemos escribir “El horario de ingreso será el acordado con la autoridad jerárquica correspondiente”.
  • Atención al público: En situaciones donde debemos interactuar con otras personas, sugerimos preguntarles de qué modo quieren ser nombradas:
— Hola, quiero averiguar para registrar mi matrícula profesional.
— Buenas tardes, ¿cómo estás? Sí, claro, no hay problema, voy a comentarte requisitos y plazos. Te hago una consulta, ¿cuál es tu nombre?
— Pedro.
— Pedro ¿Y qué pronombres usás?
— Él.
— Dale, voy a usar ese pronombre para llamarte.
La implementación del lenguaje y la comunicación no sexista e inclusiva en los espacios de trabajo y en la comunicación institucional no es la finalización de un proceso de deconstrucción, sino que es una parte del trabajo constante que implica incorporar la perspectiva de géneros y diversidad en nuestro Ministerio.
Debemos entender estas normativas como un conjunto de acciones e interacciones que no se limitan sólo a incorporar personas de diferentes géneros a la APN, sino que deben venir acompañadas por aprendizajes y formación.
La forma en la que hablamos es fruto de nuestra historia como sociedad, del campo que habitamos y también de nuestras propias experiencias y biografías. Si desarmamos los masculinos universales del lenguaje sin modificar otras cuestiones inherentes al sexismo, tan sólo habremos modificado letras en nuestro discurso, sin producir las transformaciones que significan pensarnos más allá del paradigma que nos propone el sistema patriarcal. Esto requiere de estrategias que se construyan colectivamente, habilitando la escucha y el aprendizaje para la elaboración de lenguajes que no dejen a nadie por fuera de lo que se nombra.
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